Esta ciudad fue,
posiblemente, la que mayor esplendor alcanzó entre todas las ciudades de la Mancha. Por
una parte, su progreso material, derivado de la capitalidad que ostentaba del Maestrazgo
de Calatrava, así como de las numerosas actividades mercantiles y mineras que en ella se
centralizaban. Por otra parte, su fecundidad y desarrollo en materias del espíritu,
representados por la infinidad de colegios, iglesias y monasterios que albergaba, y por su
universidad -fundada por Felipe II- así como por el Corral de Comedias, escenario de
miles de representaciones de Lope de Vega, Tirso de Molina, Calderón de la Barca, Lope de
Rueda, y... ¡Cervantes! Por fortuna para el visitante, Almagro mantiene aun hoy vivo tan fabuloso repertorio, a través de ciclos de representaciones que se celebran en su Corral de Comedias -actualmente Monumento Nacional- en distintas ocasiones del año. y en España, en general, se encuentra en alza este teatro popular, como son buena prueba de ello las nuevas compañías viajeras que están formándose, y que actúan en teatros o en tablados levantados al aire libre, en Madrid, en El Escorial, y en muchas otras ciudades del mundo, resucitando así las mejores obras de nuestro teatro clásico. Tendremos que admitir que sin conocer Almagro y su historia no se puede llegar al conocimiento completo de la Mancha. Aquí, de nuevo, nos encontramos con el binomio "idealismo-materialismo", al igual que en el "Quijote". Las religiosas órdenes militares y la cultura, por un lado; y por el otro, aquella sociedad profundamente mercantilizada, que encabezaban los Fugger -Fúcaros, en su deformación local-. Podemos imaginarnos a aquellos comerciantes y a aquellos nobles de capa y espada, cruzándose, a pié o a caballo, por las recoletas y bien empedradas calles de Almagro; a los estudiantes conversando en las plazas con las muchachas; e incluso al propio Don Alonso Quijano, bebiéndose una limonada de aloja en alguno de los mesones que debieron de existir bajo los soportales de su Plaza Mayor, mientras hojeaba, impaciente, los libros de caballerías recién comprados en alguna de las bien surtidas librerías de la ciudad. En aquella plaza se exhibían, también, los productos de la artesanía de la región. No había llegado aún la revolución de las fabricaciones en serie, y los artículos expuestos en los variopintos tenderetes procedían del trabajo manual y especializado de los artesanos.manchegos entremezclándose, con exóticos productos traídos de Indias, de Italia, o de Flandes. |