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y ocurrió lo que debía de quedar para siempre escrito: Sansón Carrasco, en su disfraz de caballero de la Blanca Luna, derriba a Don Quijote. La condición aceptada había sido que si tal sucedía, nuestro hidalgo regresaría a su hogar. y Don Quijote, dando la máxima prueba de su sentido del honor, cumple la palabra empeñada. Su último acto, como caballero andante, es posiblemente el más valioso, el de mayor mérito. Entristecido, vuelve a montar en Rocinante, tira de la rienda, e inicia el camino de regreso. El gran poeta León Felipe, desde su exilio en México -próximo también a su hora postrera -, sabe describir como nadie el regreso de Don Quijote a la Mancha:

"Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar...
y ahora ociosa y abollada va en el rucio la armadura,
y va ocioso el caballero, sin peto y sin espaldar...
va cargado de amargura...
que allá encontró sepultura
su amoroso batallar...
que allá quedó su ventura'
en la playa de Barcino, frente al mar. .."

y con el poeta, en horas de desaliento, sentimos la necesidad de salir al paso del hidalgo, que regresa a sus fuentes, para rogarle:

"Hazme un sitio en tu montura,
caballero derrotado,
hazme un sitio en tu montura
que yo también voy cargado
de amargura y no puedo batallar .
Ponme a la grupa contigo,
caballero del honor,
ponme a la grupa contigo
y llévame a ser contigo pastor..."

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