y ocurrió lo que debía de quedar para siempre escrito: Sansón Carrasco, en su disfraz de caballero de la Blanca Luna, derriba a Don Quijote. La condición aceptada había sido que si tal sucedía, nuestro hidalgo regresaría a su hogar. y Don Quijote, dando la máxima prueba de su sentido del honor, cumple la palabra empeñada. Su último acto, como caballero andante, es posiblemente el más valioso, el de mayor mérito. Entristecido, vuelve a montar en Rocinante, tira de la rienda, e inicia el camino de regreso. El gran poeta León Felipe, desde su exilio en México -próximo también a su hora postrera -, sabe describir como nadie el regreso de Don Quijote a la Mancha: "Por la manchega llanura y con el poeta, en horas de desaliento, sentimos la necesidad de salir al paso del hidalgo, que regresa a sus fuentes, para rogarle: "Hazme un sitio en tu montura, |