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Entre los ríos Guadiana y Azuer, y la Cordillera Bética -la del paso de Despeñaperros y el "estrecho" por el que se accedía a Andalucía- , se extiende el legendario y fascinante Campo de Calatrava, que fue dominio territorial de dicha Orden, instituida con el propósito de defender contra los moros la fortaleza que en un principio se levantó en Calatrava la Vieja.

Posteriormente, fue construido el Sacro Convento-Castillo de la Orden, en Calatrava la Nueva, el cual, situado en la cresta del cerro del Alacranejo, es considerado como una de las fortalezas roqueras más impresionantes e inexpugnables del mundo, en su época, y privilegiada atalaya desde donde se dominaban todas las tierras circundantes.

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Los cantares de gesta alabaron el valor de aquellos austeros monjes-soldados que contemporáneamente con los caballeros de San Juan -de la Orden Militar de San Juan en Jerusalén- y los Caballeros de Santiago, fortificaron y defendieron estas regiones contra el invasor extranjero:

¡Ay Dios qué buen caballero
el Maestre de Calatrava
y cuán bien corre a los Moros
por la vega de Granada¡

Estos paisajes de la Mancha están salpicados de castillos y fortalezas, con frecuencia tan sólo ruinas. "Hoy no cobija su recinto mudo sino silencio, soledad y sombras", se lamenta el poeta. Son pétreos vestigios de la rica historia que esta región encierra, cuya vista nos trae evocaciones de legendarios tiempos pasados. El castillo de Belmonte, en Cuenca, es una de las fortalezas más importantes y mejor conservadas de aquella época.

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La Orden de Calatrava estableció más tarde en Almagro la capitalidad de los cuarenta y tres pueblos sujetos a su dominio. Se edificaron palacios y blasonadas casas solariegas. y alrededor de su Plaza Mayor -de curiosa influencia flamenca, debida a la familia Fugger, concesionaria de las minas de mercurio de Almadén -se fue desarrollando una ciudad de caballeros y nobles, que llegó a gozar de un prestigio y de un cosmopolitismo dignos de una pequeña corte independiente.

Se encontraba a la sazón en boga la literatura caballeresca. "Amadís de Gaula", "El Caballero Roldán " -Rolando- , "Las Sirgas de Esplandián " , el "Tirant lo Blanc" -del valenciano Joanot Martorell- y gran cantidad de otras novelas de héroes caballerescos, eran leídas con fruición por hidalgos y bachilleres; mientras que las personas analfabetas llegaban al conocimiento de tales historias y gestas, a través de los juglares y feriantes, que las iban narrando de pueblo en pueblo.

La historia de don Alonso Quijano, que nos refiere Cervantes, es la de uno de esos hidalgos obsesionados con la lectura de libros de caballería. Si a la lectura de los hechos imaginarios, añadimos la fama y popularidad que en aquellos años alcanzaban las proezas de los héroes de carne y hueso, no habrá de extrañarnos que un hidalgo rural de la Mancha, devorador infatigable de las historias de tantas hazañas, sintiera el incontenible impulso de lanzarse al mundo para intentar emularlas.

Al tiempo que los caballeros de Calatrava dominaban los campos calatravos, los de Santiago dominaban los de Montiel. Una de las sedes de la Orden de Santiago se hallaba enclavada en la también nobilísima

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