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Dulcinea-Aldonza, Aldonza-Dulcinea. Este es el eterno misterio y constante dilema, con el que se enfrenta tanto el lector del "Quijote", como el estudioso viajero por la Mancha. Aunque, en definitiva, ¿qué más da? Como diría Cervantes, "estas no son cosas cuya averiguación se ha de llevar hasta el cabo". Se trata, en cualquier caso, de la "amada ". La misma que en otros tiempos y lugares, Petrarca llamara "Laura ", o el Dante, "Beatriz". Esa dama inspiradora de platónicos amores, o pasiones contemplativas, siempre revestida de un halo de gentileza y humanidad. "Tanto gentile e tanto onesta pare la donna mia...".

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Cuando Don Quijote transforma a una moza labradora en la sin par Dulcinea del Toboso, y la ve como a una Madonna, lo hace desde una óptica de extracción renacentista, y la ama, desde el primer momento, como Ariosto confesaba amar a Alejandra; es decir, "por su alma noble, franca y recatada, efecto de la superabundancia de su corazón".

En éste, al igual que en tantos otros aspectos del "Quijote", se aprecia la innegable influencia de la propia vida e historia de su autor. En el tratamiento de los amores de Don Quijote por Dulcinea, se delata el influjo de la literatura renacentista, que Cervantes conoció y estudió, particularmente durante su larga permanencia en Italia, como ayuda de cámara del cardenal Acquaviva. Añadamos que Garcilaso fue autor predilecto de Cervantes y que las formas poéticas italianas -el llamado "dolce stil nuovo" -, renovadoras de la poesía castellana, fueron introducidas en España por aquél, junto a Juan Boscán.

Aun en la apología de Dulcinea, que nuestro hidalgo pronuncia frente a Vivaldo, en el capítulo XIII, se descubre la misma inspiración renacentista: "...en ella se vienen a hacer verdaderos todos los imposibles y quiméricos atributos de belleza que los poetas dan a sus damas: que sus cabellos son de oro, su frente campos elíseos, sus cejas arcos del cielo, sus ojos soles, sus mejillas rosas, sus labios corales, perlas sus dientes, alabastro su cuello, marfil sus manos, su blancura nieve, y las partes que a la vista humana encubrió la honestidad son tales, según yo pienso y entiendo, que solo la discreta consideración puede encarecerlas, y no compararlas" .

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